24 dic 2007

si no lo leo no lo creo

Mentiras , sí lo creería, pero es mejor leerlo. A continuación cito, íntegro, un comentario que aparece en la Teleguía escrito por un compatriota costarricense:

“Expreso mi disconformidad con la empresa Cabletica, la cual ha quitado de su cartelara de canales al canal FX, que nos facilitaba series, realitys shows y caricaturas, entre otros programas para adultos. Además tengo otra queja por los canales de Alemania, Francia y la República Popular de China, los cuales se expresan un idioma totalmente diferente al de Costa Rica; soy tico y no me interesa saber de otros países, espero que Cabletica o algún directivo tome cartas sobre el asunto.” (el énfasis es mío)

¿Será que piensa que el canal FX es tico? ¿Será que cree que EE.UU. (de donde son la mayoría de otros canales de cable) no es “otro país” como Alemania, Francia, China? ¿Es que el inglés no es también un “idioma totalmente diferente al de Costa Rica”? Mejor hubiera sido honesto; traducido, lo que parece que quiso decir fue: "soy tico pero solo me interesa ver canales de adultos de EE.UU., además, el resto del mundo me importa un carajo"...

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16 dic 2007

Sísifo camino al orinal

Algunos empiezan a contar las historias que quieren contar por el principio; otros lo hacen por el final. Yo no tengo idea de cuál es el principio de la historia que quisiera contar, e intuyo que ya he vivido el final, aunque no estoy seguro pues tiendo a pensar que mientras uno siga recordando una historia que, supuestamente, ha acabado, de alguna manera no ha acabado, como si el recuerdo fuera una continuación de la historia misma y no algo ajeno a ella. A veces, incluso, el recuerdo es lo único que le da sentido a la historia, la cual, sin ese recuerdo insistente, tacaño a veces y grandilocuente otras, no sería más que un álbum de fotografías de personas o sucesos que nada tienen que ver con uno, incluso si es uno quien ha vivido todo eso…

Está claro, al menos, que no tiene importancia por dónde comience, pues de todos modos siempre llegaría a lo mismo, ese punto flotante e indefinible, esta sensación casi mecánica que me aborda a diario, aunque a diferentes momentos del día, de recordar la misma imagen o escena y seguir, neciamente, buscándole una explicación, no a la escena misma –más bien insignificante– sino a mí necesidad de recordarla…

En algunas noches, cuando en el cielo despejado totalmente de nubes no hay asomo siquiera de la luna, es imposible discernir dónde terminan las montañas y dónde comienza el cielo; arriba, más arriba, flotan algunas estrellas, y más abajo, dentro de la misma y uniforme oscuridad (sin una línea demarcadora, sin frontera alguna), flotan las luces de algún pueblito enclavado en las cimas lejanas…

La escena es ordinaria y simple.

No recuerdo cómo iba ella vestida; a diario intento recordarlo pero no lo consigo. Recuerdo su cabello azulado, corto, engominado, y sus ojos achinados, obviamente los recuerdo porque después los vi a diario durante mucho tiempo; pero su sonrisa en ese preciso instante, el tono de su labial, esas minucias también quisiera recordarlas y se me borran al instante que casi las recupero. Curiosamente, mi memoria tiene el hábito de recordar fácilmente las atmósferas y las sensaciones, pero no los detalles “fácticos”, la ropa, los materiales de las mesas, el color de los vasos, el nombre de los lugares…

Nos encontramos de frente, en un pasillo estrecho, abarrotado por las personas que van camino al baño o vienen de él. Es un bar cualquiera, de moda en aquel momento, y a mí todos los bares me parecen los mismos una vez que se ponen de moda, hasta parece que se llenan con las mismas personas, la misma música, las mismas miradas y movimientos de las personas que bailan entre las mesas, a veces en las barras, en cualquier parte...

Chocamos, nos miramos, así empezó la historia, la nuestra (diferente, claro, de la historia que sí me gustaría poder contar), cuando nos miramos entre tanta gente, como empiezan tantas historias cotidianas: todas iguales y diferentes a la vez; y todas superfluas cuando se ven o se cuentan desde “fuera”, desde la perspectiva de un testigo y no de un protagonista, como si, a veces, como cuando se cuenta uno a sí mismo sus propias historias o recuerda sus propios recuerdos, no fuera uno, a la vez, testigo y protagonista, una entidad borrosa o que el tiempo, siempre el tiempo, se encargara infaliblemente de deshacer y dejar convertida en algunas imágenes breves, unas emociones indiscernibles, un simple ánimo o deseo de que todo fuese claro y la satisfacción, también, de saberlo imposible y por eso mismo disfrutar cada repetición, como si, al ver algún episodio repetido de una teleserie, tuviera uno el poder inverosímil de variarle algún detalle, una nimiedad, para seguir disfrutándolo y hacer como si fuera nuevo, como si hoy, sin el paso del tiempo, todo fuera nuevo, original, como si, pues, no hubiera principio ni final ni, en realidad, una historia, sino solo un flujo difuso de momentos que la memoria, desesperada a veces por repetir lo irrepetible, intentase fijar como si pudiéramos tomarle fotografías al pasado…

Nos miramos, pues, yo camino al baño, ella de vuelta del baño. Yo solo buscaba el orinal, me ardía la vejiga, no buscaba a nadie, estoy seguro de que no buscaba ni quería buscar a nadie y que solo quería orinar cuanto antes. Pero pasó así, es la verdad, como en las malas películas, como le pasa a todo el mundo alguna vez, una mirada accidental, detenerse, saludar, hacer una broma, olvidarse de la necesidad de orinar y empezar una historia, cualquiera, otra historia cualquiera…

¿Y los detalles, los sucesos, el final? Extrañamente, no es nada de eso lo que mi memoria me incita a recordar a diario, sino solo ese momento irrepetible y, en rigor, superficial o ridículo, ese instante que no consigo fotografiar en mi mente por más que lo intente todos los días, sin saber por qué, como si ese principio no hubiera sido nunca principio de nada, sino, desde aquel momento “original”, solo una intersección por la cual debo pasar una y otra vez hasta que, si tengo suerte, algún día deje de conducirme en círculos hacia ninguna parte y me lleve a otro lugar, a uno, tal vez, donde el cielo de la noche ya no sea indistinguible de la tierra y las estrellas no se confundan con las luces de un pueblito cualquiera enclavado en las montañas.

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9 dic 2007

genoma, tigres, capitalismo chino

Tres enlaces interesantes:

1. ¿Quiere conocer su genoma personal? Por $1000, la empresa californiana 23andMe analizará una muestra de saliva de cualquier persona (por ahora solo en EE.UU.) y pondrá los resultados en internet, para que la persona que contrató el servicio estudie a fondo todo su código genético. Entre otras cosas, uno podría saber a cuáles enfermedades es más propenso.
(Fuente: tendencias21)

2. En China no solo maltratan desvergonzadamente los derechos humanos, también los derechos animales; un ejemplo: la matanza y venta de tigres.
(Fuente: Crónicas desde Asia, de David Jiménez)

3. Otro sobre China: Según Slavoj Zizek, lo que sucede en ese país no es una versión despótica del capitalismo occidental, sino una simple repetición del desarrollo del capitalismo en Europa. Es decir, que el rápido desarrollo de China no es incoherente con el autoritarismo de su gobierno, sino su consecuencia; en este sentido, tanto como Chile y Corea del Sur, China debería su éxito económico al poder estatal autoritario, con lo cual se sugiere que para un país solo sería posible un gran desarrollo económico y un estado democrático después de experimentar algún período de autoritarismo. Por otro lado, también plantea la posibilidad de que China se quede en un capitalismo autoritario, sin dar el paso a la democracia... En ambos casos: una visión lúgubre de las posibilidades políticas humanas y, ojalá, una condición no necesaria.
(Fuente: In These Times)

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6 dic 2007

una puerta

Un verde muy pálido apenas consigue matizar las paredes. Ella está sentada en un banco, recostada contra el repello descascarado. Su rostro, anguloso, ovalado, parece infantil pero su aparente inocencia está fuera de lugar. Aunque es un rostro sin afeites, marcado de trabajo, su piel es un velo que cubre, translucidamente, una belleza retenida.

Su marido acaba de salir. Como casi siempre, dio un portazo.

Por eso su mirada hace ovillos con la nada, una nada falsa, claro, porque ella finge no pensar en nada pero sabe muy bien que en su caso es imposible.

Piensa que no puede ser la única, que quizá sea común haber tenido alguna vez un pretendiente imbécil que no se haya reconocido a tiempo como tal y haberse dejado confundir por sus palabras atinadas y sus ojos luminosos, tal vez sus labios llenos, púrpuras como ciruelas…

El amor es más ciego que la justicia, o lo es por razones muy distintas: la justicia es imparcial y lúcida, y el amor, en cambio, es ciego porque acostumbra ser pura parcialidad, obsesiva, obnubilada...

Hace muchos años, cuando todavía soñaba, a veces imaginaba que conocería a un príncipe azul. Hace muchos años, antes de la vida, era muy fácil ser cursi, es decir, feliz. Hoy se le hace difícil conservar la alegría por más de unos minutos. Su marido se irrita cada día más fácilmente. Su marido le dice a diario que la ama. Su marido da portazos por la tarde.

Los años han sido largos y breves al mismo tiempo, es decir, sin tiempo real: sin diferencias. Uno, cinco, siete, el dolor es el mismo y peor a la vez.

Su mirada cambia de enfoque, ya no mira el aire o la nada sino la puerta. Su rostro parece una piedra desbastada en la cual estuviera a punto de surgir una expresión definida, tal vez, incluso, nueva; pero no termina de hacerlo. Durante mucho tiempo vivir ha sido sólo esto, estar a punto, como cuando el cielo se cubre repentinamente de nubarrones, y truena y el viento se agita y se enfría en un instante y la gente y los perros corren temerosos a esconderse en algún rincón porque parece que viene la tormenta que traerá el fin del mundo; pero no cae ni media gota de lluvia y las nubes se deshacen con la misma celeridad con que se formaron. El cielo nunca permanece idéntico a sí mismo por mucho tiempo.

Su mirada regresa de la nada y se concentra en la puerta cerrada. ¿Es cuestión de esperar, como siempre? Uno, dos, tres, tal vez volverá con flores, cuatro, cinco, seis, es cuestión de levantarse y dar un paso, dos, tres, tal vez volverá con un revólver, cuatro, cinco, seis, hay siete pasos hasta la puerta, siete.

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2 dic 2007

luna, feminismo, cáncer

Tres curiosidades de mi navegación dominical por la web:

1. Aparentemente, la “batalla” por el Ártico sentará un precedente para determinar de quién va a ser la Luna una vez que equipos de EE.UU., China, Rusia y otros empiecen a acampar allá.

2. Según nuevas investigaciones, el colapso y extinción de los neandertales se debió a que practicaban su propia versión de feminismo.

3. Es posible que en el futuro se cure el cáncer a control remoto, mediante nanopartículas que viajen por la sangre.

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