12 feb 2007

el olvido

I
Anoche olvidé cerrar las cortinas. Hoy, el amanecer llegó antes de tiempo y una lengua de sol lame el suelo. Duele: mis ojos siempre pagan el precio de mis descuidos.

II
O bien: creés que no has olvidado nada y, de pronto, una mañana cualquiera, la consecuencia del olvido te desgarra la cara.

III
En otras versiones, uno sabe que ha olvidado algo importante, pero no sabe qué. Luego la respuesta aparece con tal naturaleza que uno, indefenso, no tiene más opción que saberse imbécil.

IV
También sucede que uno recuerda de golpe, un rostro, su nombre, una palabra que no dijimos y deberíamos haber dicho, una disculpa, un rencor, o el cuerpo en flor de…

V
Hoy dormiré a la defensiva.

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5 feb 2007

fracaso


Hace muchos años pasé por una etapa en la que leí fanáticamente los libros de E.M. Cioran, con lo cual en lugar de inclinarme a cierto nihilismo lúcido y ambigüo –el del mismo Cioran– me convertía en una especie muy rara de creyente: ese que empieza a ver el mundo, en general, desde la óptica particular de un solo autor al que lee fanáticamente.

En todo caso, ayer ojeaba algunos libros que yacían desacomodados por ahí y en uno de los volúmenes de Cioran (Del inconveniente de haber nacido) encontré, entre otros, este pasaje resaltado en marcador naranja:

"En esto se reconoce a aquel que tiene disposiciones para la búsqueda interior: pondrá el fracaso por encima de cualquier éxito, buscará incluso ese fracaso; inconscientemente, claro está. Y es que el fracaso, siempre esencial, nos desenmascara, nos permite vernos como Dios nos ve, mientras que el éxito nos aleja de lo que hay de más íntimo en nosotros y en todo."

Recordé cómo, en efecto, en aquella época lejana suscribía enteramente esa ominosa sentencia: necesitar el fracaso era una anómala manera de sentirse heroico en un mundo absurdo. Otros le llaman simplemente “adolescencia” a momentos como esos… Pues ahora, lejos, ya no resaltaría ese pasaje e incluso sería posible que me provocara, de leerlo por primera vez, cierto disgusto…

“Éxito”, sí, ¿pero qué diablos es eso? Lugares comunes: dinero, poder, fama, realización personal… Obviamente aún no sé qué será eso de tener éxito, y supongo que solo tendré una idea clara sobre mi propio éxito o fracaso cuando esté cercano a morir (esto, claro, si la muerte se apiada de mí y me deja pensar un rato en ella en lugar de tomarme de improviso en un atropello o víctima de un asalto o resbalando imbécilmente en las escalares de mi casa)… Al menos tengo clara una cosa: ya no creo en el fracaso como heroísmo vanguardista ni como vocación subdesarrollado hacia esa rebeldía juvenil de simplemente mostrar que el mundo es una mierda haciendo que la propia vida sea una mierda, etcétera… ¡Que excusas para culpar a otros de todo el mal del mundo sobran!

En fin, querido Cioran, que el tiempo puede, en efecto, deshacer todo tipo de amor…

Lo cual, obviamente, no impide que siga admirando sus textos por muchas otras razones, como cuando, despechados ante una pareja que acaba de abandonarnos, decimos que ya no nos importa pero seguimos internamente sufriendo vahídos y ataques enfermizos de deseo cuando a la vuelta de cualquier esquina súbitamente topamos con ella y, al tiempo que pensamos “maldita”, en realidad solo quisiéramos que recompusiera nuestro deseo con la entrega de su propio deseo…

Dice, también, Cioran:

"La única forma de soportar revés tras revés es amando la idea misma de revés. Si se logra, no hay más sorpresas: se es superior a todo lo que ocurre, se es una víctima invencible."

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