30 nov 2006

indiscreción


Al pasar la hoja, se puso en guardia. Intuyó que debía prepararse, todo indicaba que venía una polémica, una ínfula psiquiátrica, quizá una indagación en las raíces de su cobardía.

Es que los libros, a veces, saben más de uno que uno mismo, como si se escribieran para eso, no para que se conozca mejor quien los escribe sino quienes los leen. El autor se desconoce escribiendo, el lector se conoce leyendo. Los escritores son unos entrometidos, lo desnudan a uno, son sádicos y lo disfrutan… Al final, claro, todo sigue siendo el mismo circo de máscaras, lo único que cambia son las que lleva cada uno.

En efecto, la página siguiente fue una indiscreción.

29 nov 2006

encuesta sobre tlc

La Escuela de Estadística de la UCR publicó los resultados de su más reciente encuesta sobre el TLC, vale la pena ver los datos, aquí (pdf).

24 nov 2006

Costa Rica Miami bis

Hace unos días escribí aquí mismo un texto motivado por el TLC.

Mi amigo George G. ha hecho hoy una
concienzuda crítica en los comentarios a ese post.

Hace un rato, estaba contestándole a mi vez su comentario cuando caí en cuenta de que era tan extensa mi respuesta que mejor sería postearla por aparte.

Lo que sigue, pues, es una conversación en curso con George G.



Excelente réplica, querido George. Tras leer tu comentario, te daría razón en algunas cosas, en otras no. Voy en orden:

¿Cómo sabés vos (o cualquiera), con tanta certeza, qué quiere o sueña o prefiere la "generalidad" de la población del país? ¿Es que el 75% de los votantes que no votaron por OA se oponen al TLC y al capitalismo y al mercado y al consumismo, etc.? ¿Cómo saberlo con tal certidumbre matemática?

Creo que tenés razón en que si unos y otros reducen las cosas a llamarse igualmente "imbéciles e inmorales" eso no implica que ninguno de los dos efectivamente tenga razón. Probablemente alguno la tendrá. El punto era que "discutir" en esos términos, en ese estilo, cargado de prejuicios y ataques personales, etc., para lo único que sirve es más bien para velar la posibilidad de tener y mostrar la razón (o hacer imposible la discusión racional).

No sé qué quiere decir (te cito): "La diferencia NUNCA puede existir en términos del mercado capitalista (¿debo respetar la diferencia de quién me garrotea? NO!)"

¿Implica eso que decís que TODOS los que apoyan el "mercado capitalista" te garrotean, a vos o a mí o a los empobrecidos en general, y que, además, lo hacen con la intención malévola de garrotear, etc? Es decir, según tu frase, ¿debería yo pensar que, por ejemplo, los familiares y amigos míos que apoyan "el mercado capitalista" y creen que es un buen sistema, etc., son viles garroteadores y encima TONTOS simplemente porque trabajan para Intel o Hewlett Packard y quieren comprarse una mejor casa, etc.? ¿Son viles simplemente por eso, andan con un garrote oculto, odian a todo el mundo, le pegan a la mujer, asesinan niños, son MALOS por definición y enteramente?

Por otro lado, habría que ver que se entiende por "diferencia". Al menos en una sociedad como esta la gente no tiene un PROGRAMA previo sobre lo que debe ser y hacer, o sobre qué debe querer y cuáles deben ser sus "sueños". Uno puede elegir ser profesor o ingeniero o bailarín o cuidador de perros; y puede elegir si le gusta ver las series de TV gringas sobre forenses o si prefiere ver nada más canal 13. Y aunque falta ganar batallas civiles al respecto, incluso puede la gente ser gay o no serlo, por ejemplo. Además, hasta donde sé aún no lo matan a uno ni lo meten preso por escribir o decir lo que le venga en gana. (Hasta hace poco ninguna de las cosas anteriores se podían hacer tranquilamente, por ejemplo, en Cuba.) El caso de Parmenio, por ejemplo, no es el de un muerto por represión política, sino por intereses económicos de ciertas personas específicas.

En fin, yo prefiero la posibilidad de vivir en un país donde se pueda ser cada día más diferente (es decir, más parecido a lo que uno quiere ser), y no uno donde se decida -previamente a cualquiera de mis decisiones posibles- qué debo hacer, quién debo ser, en qué debo creer. Y lo ÚNICO que digo aquí es que ese mercado que tanto despreciás sí permite el surgimiento de ese tipo de diferencias (de gusto, de estilo, de placeres personales, de si soy gay o heterosexual o me gusta ponerme aretes en los pezones o me gusta vestir de traje entero o prefiero andar en chancletas o tener el pelo largo o corto, o si quiero trabajar como bestia para ganar o prefiero un trabajo sereno con menos ingresos, o si me caso con una china o india o nica o gringa o X o Y o Z etc etc etc.)

Por supuesto, está el tema de la diferencia económica, donde, claro, ahí sí, unos disfrutan garroteando a otros. Pero esto muy complicado: ¿Qué habría que hacer, eliminar por la fuerza la diferencia económica? Sí, ya sé, se me dirá al instante que esa diferencia se ha impuesto y creado por la fuerza, y que entonces sí habría que derrocarla por la fuerza. Pero ¿cuál fuerza podría hacerlo? Y digo esto tan escépticamente simplemente por en esto no confío en los seres humanos: creo que algunos seres humanos siempre van a tener la curiosidad y el deseo de tener más que otros y de hacer las cosas de otro modo de como alguien/algo dice que hay que hacerlas, aun si es la mayoría. Y creo que evadirnos de esto y hacer como si, de pronto, por decreto de un gobierno justo (¿el que habría eliminado por la fuerza la diferencia económica?) todos nos haríamos milagrosamente justos y buenos y no intentaríamos ya nunca más explotar a otro o simplemente tener o crear algo más o algo diferente, etc., no es más que una ingenuidad. ¿Por qué la gente no se hace toda cristiana, en sentido real, y vive como Cristo voluntariamente, o budista, o por qué voluntariamente una inmensa mayoría de gente no viviría como Gandhi, a pesar de admirarlo sinceramente?

Es decir, no se puede partir de la idea de que el “mal” hay que eliminarlo por la fuerza porque entonces después, naturalmente, vendría el “bien”. Lo cual no quiere decir que no haya que hacer nada. Solo que no se puede asumir que al eliminar por la fuerza algunos malos ya no va a surgir al instante otros malos o peores.

Por ejemplo, ¿después de cuántas “revoluciones” reales no se han creado y muy rápidamente nuevos “ricos revolucionarios” que toman las riendas de otro Estado “nuevo” pero en eso muy parecido al anterior?

Más preguntas (y si hago estas preguntas es porque yo NO tengo las respuestas): ¿La justicia sería que todos tengamos lo mismo por “decreto”? ¿Que no hubiera diferencias económicas por decreto? Que, por ejemplo, aunque una persona X quisiera (porque le gusta, porque lo disfruta, etc.) trabajar mucho más que una persona Y, ¿las dos tuvieran que tener el mismo poquito? ¿No sería más justo intentar pensar otra manera de resolver este asunto de las diferencias sin que la “respuesta” implique tener que sacrificar alguna de ellas? A mí, por ejemplo, es por este tipo de cosas que me suenan mucho más sensatas ideas de micropolítica o microrrevolución, de luchas puntuales que logran cambios concretos y contextuales, pragmáticos y ojalá institucionales, que diatribas mesiánicas o posiciones “totales” que creen tener todo el terreno claro y todas las respuestas ya conseguidas. Yo no creo, por eso, en cambios teledirigidos de arriba abajo, centralizados; creo que las cosas podrían mejorar más eficazmente si las mejoras fueran el resultado de cambios mínimos y cotidianos pero muy bien distribuidos (esto tiene que ver con teorías de “complejidad” y “emergencia” sobre las que no viene al caso extenderse ahora…), y en buena parte eso implica si son resultado de cambios personales (no de los Estados como grandes “todos” torpes para ver a las personas en su “concretitud” o especificidad, y no solo como estadísticas).

En fin, yo, por lo menos, creo tener derecho a (si así me da la gana) trabajar catorce horas al día si haciéndolo puedo comprar una casa cómoda y agradable para mí y mi familia. ¡Pero creo que también tengo derecho de no hacerlo y echarme en la cama todo el día! Con la diferencia de que si me echo en la cama todo el día no veo por qué nadie (ni el Estado) deba regalarme una casa. Y esto, por ejemplo, sí creo que sea una diferencia de ideas y no de imposición. Esta es mi idea, mi estilo, mi personalidad: yo creo (no porque me lo impongan así Oscar Arias o las Cámaras de Industrias o los gringos etc.), que uno debe ser y tener y contar con lo que merece, es decir, que en la vida uno tiene que ganarse la vida que quiere merecer.

Ciertamente es una mierda que, por como son las cosas ahora, sí hay estructuralmente causas de sobra que les imponen condiciones terribles de pobreza a mucha gente, por pésima educación, por pésimo uso de recursos públicos, por bandas de corruptos, etc. Es decir, que mucha gente que merecería mejores oportunidades ciertamente no las consigue. Pero no creo que de esa injustia se siga que yo, por ejemplo, deba perder mi derecho a querer más y a decidir cuánto y por qué trabajar, e incluso, si tuviera algún talento para eso, a hacer negocios e importar o exportar si eso me trajera mayores beneficios. Lo ideal, creo, sería encontrar la manera de no eliminar este derecho al tiempo que se mejoran sustancialmente las condiciones para que otros más puedan compartir también el mismo derecho, tras haber tenido las mismas condiciones y ventajas en cuanto a educación, salud, etc...

Entre muchos otros factores, para que eso fuera real el mercado tendría que ser efectivamente libre y justo, y no ese remedo de "libertad" que incluyen los tratados como ese que nos tiene aquí debatiendo. Por eso decía en mi texto que uno puede (sin tener que ser condenado como imbécil e inmoral por ello) no creer en las supuestas ventajas de ESTE tratado, y sin embargo no suscribir toda esa escatología contramercado, contracapitalista, etc., ni ese lenguaje conspirador, insultante, inquisidor, iluminado, moralista, apocalíptico...

Algo más, George: si fue una minoría RIDÍCULA la que eligió a OA, ¿dónde estaba y qué hacía la MAYORÍA NO RIDÍCULA? Si son tantos y tan inteligentes, ¿por qué no votaron todos masivamente en contra? Además, ¡ahora resulta que no solo OA es malévolo y satánico, sino también lo son los 600000 TICOS que votaron por él! ¡Pobres 600000, o les lavaron el coco o son imbéciles de nacimiento! ¿Por qué tanta falta de respeto? Yo conozco gente que votó por OA y que es gente muy inteligente (esto no es una contradicción), gente que respeto y que me consta que es además gente decente. Es por este tipo de cosas que creo que debiéramos evitar ese lenguaje generalizador...

Luego, varias veces me atacás veladamente como “relativista” (un derrideano huele esos tufillos desde muy lejos), como si todo me diera lo mismo o yo estuviera diciendo que “todo vale lo mismo”. ¡Por favor, si estoy diciendo justamente lo contrario! Si todo valiera para mí lo mismo, pues lo mismo me daría vivir en Venezuela, Cuba, España, Costa Rica, Nigeria, Haití, Irlanda o Japón. Y evidentemente tengo clarísimo en qué tipo de sociedad y lugar preferiría vivir. Por algo defiendo algunas cosas y no otras… O me daría lo mismo, por ejemplo, si se arreglaran o no las calles, o si se lograra o no sacar cada día a más corruptos de las instituciones públicas, o si hubiera o no que pagar impuestos, etc…

Tampoco creo que “Cualquier decisión política vale lo mismo”. No podría soportarme a mí mismo si fuera tan estúpido. Y tampoco me gustaría que mis amigos me creyeran tan estúpido. Es que si creyera eso, me daría lo mismo, por ejemplo, que gobernara el país un caudillo fascistoide o un caudillo populista, o me daría lo mismo tener derecho a una casa de mi propiedad y diseño o solo tener derecho a vivir en un cuarto despoblado que el Estado eligiera por mí... Evidentemente eso no me da lo mismo ni creo que valga lo mismo…

Creo, por lo demás, no estar atacando “a quienes RESISTEN por el simple hecho de resistir”. Creo que mi “ataque”, si es que lo había, era contra una retórica y un estilo que me parecen enfermizos y que se repite por todo el espectro de posiciones pro y contra: la reducción de la tan deseada “razón” a un conato constante de pleito: cada vez que alguien dice que va a dar un “argumento”, no puede evitar usar algún lenguaje insultante, cargado de prejuicios y ataques personales o de palabras simplemente peyorativas y descalificadoras. Eso fundamentalmente es lo que me asquea, venga de donde venga, de izquierda o derecha o arriba o abajo, del cielo o del infierno.

Más: Que habría que atacar –decís– a quienes tienen “las condiciones de su parte”. Bueno, pues sí, si se las han ganado robando, garroteando, matando, explotando a otros, excluyéndolos, etc. Pero no simplemente porque tengan dinero. Eso se llama envidia y resentimiento. Se puede y debe atacar la corrupción, los intereses creados, el uso de fondos públicos para enriquecerse, el robo flagrante, las mafias, la explotación, todo eso se puede y se debe atacar y ojalá erradicar judicial y políticamente. Pero lo que sigo sin aceptar es esa generalización que reduce y equipara a todos quienes tienen “condiciones de su parte” con criminales. Aparte de una simpleza, creo que es también una evasión y una irresponsabilidad: yo, por ejemplo, no creo ser pobre (o no-rico) porque mi pariente tal y tal o mi vecino cual y cual hayan trabajado por cuarenta años de sol a sol para ganarse bastante más dinero que yo.

Digo, una cosa es que estructuralmente nuestros sistemas políticos estén viciados y por eso mismo puedan ser manipulados por parte de tanto bicho… y otra muy distinta es irrespetar y condenar moralmente, por igual y sin distingos, a quienes se esfuerzan por hacer y ganar lo que desean hacer y ganar. Creo que es un matiz que se puede respetar sin llegar a radicalismos y, de nuevo, generalizaciones y más insultos.

Qué sea, finalmente, una “verdadera” diferencia, como terminás inquiriendo, es un enigma que me confieso incapaz de resolver… Creo que la diferencia, en el sentido más radical del término, es precisamente aquello que impide que una de tantas posibles diferencias pueda declararse absolutamente verdadera contra todas las otras posibles, de hoy y de mañana. ¿Cuál diferente, cuál otro, cuál persona diferente de otras, tendrá entonces el derecho de declararse poseedor de una verdadera diferencia y de condenar entonces las diferencias “falsas” de los demás? ¿No es eso, de cualquier manera que se vea, moralismo, casi inquisición, o peor: germen velado de totalitarismo?

Porque hay totalitarismos morales tanto como los hay políticos…

20 nov 2006

albedrío

Mirar por la ventana, mirar golondrinas, nubes, cafetales. Saber que ya es tiempo. Haber vivido con una aspiración que ahora simplemente se ve a la distancia, como las nubes o las golondrinas: vuelan, giran, las veo pero no son mías, nunca han sido mías.

El deseo también se fuga como un ladrón cualquiera. Y dichosamente lo hace, pues ¿quién sería uno, raptado por sí mismo?

La mañana nublada. Las nubes son espejos... El famoso libre albedrío.

Es decir, la esperanza tampoco se destruye. Evoluciona.

17 nov 2006

atmósferas


¿Por qué no escribir atmósferas en lugar de historias?

¿Por qué asumir o presumir que para escribir hace falta tener una trama que contar, inventar una fábula, hilar una historia… siempre cerrar algún círculo?

¿Es que no hay derecho a meramente escribir dando trazos fragmentarios y mostrando afectos o intuiciones súbitas sin la "necesidad" de relacionarlo todo de manera coherente?

Es el vicio metafísico detrás de la narración: suponer que las palabras deben ser expresión de un orden intelectual que las supera y les subyace, su “sentido”, su “razón”, su “propósito” (científico, político, sociológico, psicológico…).

Juntar palabras como adagios... No depender del orden aun si es imprescindible, no desearlo obsesivamente. No pretenderse capaz de hacerse erudito en sensaciones ajenas.

Pintar bosquejos y dejar que otros los llenen... El lector, de otro modo, ¿qué estaría haciendo?

La gente, de todas maneras, el mundo, todos los días, ¿no es un carnaval de enemigos? ¿Para qué aumentar las razones de odio?

Mejor, por ejemplo, sonreírle a un extraño.

10 nov 2006

sin opción

El viejo está reventado de tanto vivir entre añoranzas e imposibilidades: saberse incapaz de volver a empezar, por ejemplo, o tener clarísimo qué hizo mal y no tan claro qué hizo bien. Hoy lo confiesa: “daría cualquier cosa –le dice a su mujer de toda la vida– por poder corregir tantas cosas que hice mal”. Ella, también cansada de no querer morir, replica: “ya no importa, ya no importa”.

El viejo, que de joven leía poesías y novelas, recuerda una frase de Thomas Mann que antaño repetía a menudo y nunca terminaba de comprender: “la palabra solo puede celebrar la belleza, no reproducirla”. Y seguramente ahora la recuerda y la piensa porque encuentra en los ojos fogosos y sencillos de su amada, vieja como él o tal vez más, no una belleza implícita o latente que podría intentar decir, sino la necesidad o la urgencia de celebrar con palabras más bien esta imposibilidad: que a pesar de que sus miradas han visto tantas cosas al mismo tiempo, aún no puedan saber que es eso que los sigue llevando juntos sin pausa, sin respiro, sin opción.

Finalmente comprende que es mejor no poder reproducir la belleza, y sí, en cambio, celebrarla, porque la reproducción la agotaría, la haría doble o múltiple o simplemente la iría erosionando con los días y las repeticiones. Celebrar la belleza es decirle “te quiero” a su amada vieja, pero no ser todavía capaz de decirle por qué.

"Te quiero", contesta ella, y lo toma de la mano y, como han hecho siempre, se marchan juntos por última vez.

9 nov 2006

manifiesto críptico

Demasiada gravedad. O dolor inútil. O ni siquiera inútil: absurdo. Y demasiado “deber”, porque también puede haber excesos en el “deber”.

No más: a veces simplemente hay que atreverse a ser quien uno es, hoy. Porque no creo que haya un camino único, verdadero y bueno para todos por igual. Ni siquiera uno para uno mismo siempre.

Dichosamente, uno siempre tiene el derecho de hacerse otro.

Hay el camino que a cada quien le plazca, hoy.

Contra la producción masiva de objetos y creencias y sueños, afirmar la producción personalizada de objetos y creencias y sueños. (Customization de estilos de vida…)

Incluso la amistad es más “real” –es decir, más creada que presupuesta– cuando emerge de la diferencia que de la aparente identidad. Más aún, los iguales no tienen por qué hacerse amigos con esfuerzo y tolerancia y sensibilidad; su “igualdad”, generalmente gregaria de antemano, hace de la amistad un asunto previsto, incuestionable, homologizador. En rigor, no podría existir amistad entre iguales, precisamente porque tener todo en común es ni siquiera tener que ver al otro como otro. La amistad solo puede ganarse por el esfuerzo de acompañarse y quererse a pesar de las diferencias, de todo tipo de diferencias…

¿Pero es posible?

...

Por último, afirmar la belleza y el placer por sí mismos, sin necesidad de excusas sociológicas ni justificaciones teóricas.